lunes, 21 de febrero de 2011

Lost in Translation

Quiero hacer un descargo: las empresas de radio-taxi (¿es lícito el guión? ¿"radio" y "taxi" son dos sustantivos independientes o el primero adjetiva al segundo?) de este país brindan un pésimo servicio. Para no sonar tan porteño y exagerado, acotemos a Capital Federal. Aún antes de cruzar la General Paz y adentrarse en las tierras yermas de la espesura, uno ya está a su propia suerte en lo que se refiere a transporte automotor. De los colectivos, me ocuparé en alguna entrada posterior. Toca ahora hablar de los taxis, esos simpáticos automóviles bicolor que circulan a no más de 25 km/h y cuyo único ocupante permanente ejerce una de las tres profesiones posibles para el tipo de derecha: empresario, abogado o taxista.

En mi caso particular, eliminé definitivamente y pasé a la lista negra (ahí entre las salchichas y Fibertel) a dos empresas de radiotaxi: Taxi Satelital y Taxi Ciudad.
Procedo a narrar a continuación la serie de eventos desafortunados que me llevaron a pensar que había desenmascarado la estratagema de las companías cuando no te quieren enviar un móvil, ya sea por desidia, inoperancia, saturación del servicio o porque tienen prendido el identificador de boludos por voz.


Caso N°1 - Radio Taxi Satelital - Jueves 20 de Enero - 19.20 hs


La primera historia transcurre en la casa de mi querida abuela paterna. Citemos, de forma ficticia, en la intersección de Tte. General Juan D. Per-... Cangallo y Entre Ríos. Siendo la hora de cortesía para retirarse de la casa de una septuageneria y habiendo arreglado previamente pasar a buscar a un buen amigo, me dispongo a pedir un taxi que satisfaga ambos requisitos. La empresa elegida es Radio Taxi Satelital, la cual, hasta la fecha del incidente, registraba un respetable historial sólo mancillado por la ocasional demora de alguna unidad o el conductor fumón que te pide permiso (muy cortés él) "para prender uno" cuando estás cruzando Plaza Constitución. No es joda. Y ojo que, a pesar de hablar del faso, igual quería matar a todos los negros o mandarlos a hacer la Colimba, ya no sé.

El diálogo con el operador, llamémosle Joaquín, será transcripto de manera fidedigna, al menos hasta donde me lo permita la memoria; y donde no me lo permita, me tomaré la libertad creativa de retratarme como un vikingo nórdico de pelo en pecho, que en definitiva es lo que siempre quise ser:

OPERADOR - "BuenastardesminombreesJoaquín en que puedo ayudarle?"
YO - "Sí, qué tal, para pedir un taxi"
O - "(¿y que ibas a pedir sino, boludo? ¿rulemanes?) Dígame el número por favor"
Y - "4AAA-AAAA... pero en este momento me encuentro en otro lugar"
O - "(en la reverendísima c...) Dígame la dirección por favor"
Y - "Per-... Cangallo y Entre Ríos. Es casa"
O - "¿Su móvil termina en XXXX?"
Y - "Correcto"
O - "Muy bien, ya se lo enviamos, en 15 minutos estará por ahí"

-- Fin de la conversación.

¿Sería adelantar el final de esta historia decir que el móvil nunca llegó y aclarar que a pesar de mi número sospechoso no trabajo en una hot line? Pues hagámoslo. Porque no sólo el móvil nunca llegó sino que, al momento de llamar para efectuar el reclamo, exploté en una furia de insultos que creía tener reservada sólo para la cancha los domingos y el funeral de Carlos Menem.

OPERADOR - "BuenastardesminombresMiguel en que puedo ayudarle?"
YO - (titubeante)... Eh... si, hola, que tal... mirá... yo llamé hace un rato para pedir un taxi...
O - ...(ah, el boludo de los rulemanes)...
Y - ... y me dijeron 15 minutos y el móvil nunca llegó.
O - Aguarde un momento por favor.

Música de espera. Esa melodía que cuando uno la escucha está seguro que se cuenta entre los peores tormentos que nos tiene deparado el Infierno.

Y - ... (turururú... turururu... punchi punchi... ah es Miranda!)
O - Hola, si, mire, el móvil estuvo en la puerta pero no había nadie.
Y - Jajaja, imposible caballero, yo estuve parado en la puerta todo este tiempo y nunca llegó ningún móvil.
O - Pues aquí me confirman que le móvil estuvo y que ante la falta de respuesta, llamaron a su casa y nadie atendió.
Y - ¿A mi casa? Pero si yo no estoy en mi casa.
O - ¿Y dónde está usted?
Y - (con un fuerte deja vu) Perón y... Cangallo, CANGALLO y Entre Ríos.
O - Pues bien, el móvil estuvo en la puerta, llamó y como no obtuvo respuesta...
Y - (interrumpiendo) Ehm... yo, estaba parado en la puerta y no había ningún móvil. Nadie vino.
O - (sin escucharme)... se contactó con la Central, llamaron a su teléfono y tampoco encontraron a nadie.
Y - Pero más vale que no encontraron a nadie. ¡Si yo no estoy en mi casa!
O - Aha. Y por eso le retiraron la unidad cuando no se presentó a la puerta.
Y - ¡¡¡Pero yo estaba en la puerta!!!
O - Pero no atendió el teléfono.
Y - ¡¡¡Porque no estoy en mi casa!!!
O - ¿Y entonces en qué puerta estaba?

El lector sagaz observará que la objeción del operador no resiste el menor exámen de lógica y que mis bolas se habían inflado hasta alcanzar el tamaño de un zeppelin. Con la furia en aumento, sólo pude atinar a agarrármelas con el boludo a sueldo que tenía del otro lado de la línea y subrayar la imposibilidad de estar en dos lados al mismo tiempo. Fue inútil. Su retórica era digna de los más afilados sofistas griegos, impermeable a toda lógica o sentido común. Sócrates le hubiera pateado la entrepierna.

Y - Bueno, está bien, espero otro auto. ¿Cuánto va a tardar?
O - Aguarde un momento por favor.

Música de espera. Miranda había transmutado en Calamaro. Mi vida era cada segundo más miserable.

O - No, lo siento mucho, no tengo disponibilidad en este momento.
Y - ... aha.
O - ...
Y - ¿Y cuanta demora?
O - Yyyy... unos... (saca un naipe al azar del mazo y multiplica por 8)... 40 minutos
Y - ¡¡ANDATE A LA PUTA QUE TE PARIO!!

Cuelgo. La sangre me bulle en las venas como si hubiese visto Vicky Cristina Barcelona en 3D. Voy corriendo al celular para eliminar el contacto de la agenda. Rompo la tarjetita de contacto en pedazos, quito el imán de la heladera, tacho el número de la agenda, me quito el calzoncillo con el logo de la empresa. Radio Taxi Satelital ha muerto. Es hora de buscar nuevos horizontes.

Mi abuela se acerca tímidamente ante mi frenesí destructivo y el temor de verme sin calzoncillos. Me habla de un servicio que ella utiliza, un tal Radio Taxi Ciudad. ¿Qué puedo perder? Ya no tengo dignidad, puntualidad ni ropa interior. Los llamo. Me piden los datos habituales y dicen que el móvil ya salió. "Novatos", pienso, "Soy veterano de muchas guerras, curtido en los fuegos de UBA, los consultorios médicos y los CGCP. Soy hijo de la burocracia y nieto de un Estado inoperante. Mi nombre es Espera y mi apellido Demora. A mi nadie me atiende bien, carajo".

No termino de soltar mi discurso badass mirando al atardecer con la bandera flameando a mis espaldas cuando llega un mensaje de texto. Miro el teléfono, esperando encontrar alguna referencia poco feliz a mi madre por parte del amigo que nunca pasé a buscar o una promoción de Personal ofreciéndome 8800 mensajes de texto durante los próximos catorce equinoccios a tan sólo tres jornadas de trabajo forzado en una mina siberiana.

Pero no era nada de eso. El mensaje, de número desconocido, sentenciaba en una línea:

"RADIO TAXI CIUDAD INFORMA: Móvil 602 llega en 5 minutos"

Antes de que pudiera salir de mi sorpresa, y mucho antes de los cinco minutos, un Renault Megane aterrizaba a mi puerta. Esta vez, el coche no estaba protegido por un manto de invisibilidad y su conductor sabía como operar un timbre. Se anunció como el móvil 602.
Comenzé a juntar mis dientes del piso. Las lágrimas rodaban por mis mejillas. Mi ropa interior tendría un nuevo logotipo.


Pero la felicidad, ay, siempre es esquiva. Y mi alegría no duraría mucho.




...continuará...