jueves, 20 de octubre de 2011

Insisto




Yo la vi, sin querer,
buscaba alguna mujer
que fuera el viento
fuera el viento en mi sien.
Y la vi, qué iba a hacer
una hermosa lucifer,
robó mi tiempo, mi pensamiento y mi fe.

Y dejó detrás de sí
tristes versos que oigo en mí.

Y que mas, tarde gris
te diría, que decís
si te olvidaste, y si te olvidaste de mí
Si no fui, mejor postor
fue aquel maldito temor,
si yo pedía, vos te alejabas de mí.
Y quebró mi corazón
como se quiebra un carbón, encendido.

Si yo te volviera a ver... insisto!
Siempre te voy a querer... insisto!
Aunque el tiempo diga no... insisto!
Nunca morirá este amor.

Y quebró mi corazón
como se quiebra un carbón, encendido.

Si yo te volviera a ver... insisto!
Siempre te voy a querer... insisto!
Una hermosa lucifer... insisto!
Un demonio hecho mujer... insisto!
Aunque el tiempo diga no... insisto!
Nunca morirá este amor... Oh oh oh oh

Nunca me, perdonaré
no haber hecho más, no sé
el tiempo todo, destruye todo... lo sé


lunes, 17 de octubre de 2011

Corazón coraza


A quien en la soledad de la noche,
refugiada en el abrigo,

muere un poco de frío
y otro poco
en el olvido

Y a todo aquel cuyo cuerpo descanse
en una cama muy lejana

a la que yace su alma.




Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro

porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.


domingo, 16 de octubre de 2011

Rojo 9





Bajo del taxi en la esquina de mi casa y lo sigo con la vista hasta que se pierde en la distancia. Buenas noches papa, gracias por todo otra vez, dormí que yo me quedo acá un ratito más antes de entrar, parado en la esquina donde me dejaste, ebrio pero inmóvil, esperando en un silencio ominoso que el Universo colapse o una arteria por lo menos. Qué linda está la noche, ojalá pudieras verla, las nubes cargadas de electricidad y agua, la brisa tímida que me revuelve el pelo y tiene un sabor a traje viejo. Claro que podes verla, siempre pudiste y yo recién ahora, por eso te pienso con respeto y en silencio mientras me siento en el cordón y puta que es bajito. Acá no puedo, mejor en aquel palier, los escalones están fríos y tristes pero al menos hay un techo, ninguna pared y la brisa sigue su curso.

Una sirena a lo lejos, alguna risa rota, un gato entre la basura y poca cosa más, quiero caminar y moverme pero las piernas pesan así que mejor me quedo sentado, y si voy a Puerto Madero y la sigo ahí o la termino ahí, tengo ganas, pero no, ya tomé suficiente, suficiente o demasiado, no sé, alguna de las dos, porque siempre es una de dos y nunca las dos y nunca la mejor.

La mano en el bolsillo y encuentro lo que no buscaba, lo suelto como si me quemara, la forma, las dimensiones y el peso tan familiares al tacto, es el tacto lo que quema, el sentido más fugaz para percibir pero el más lento para olvidar; ahí va mi mano de nuevo y ahora sí entre maña y angustia lo saco del bolsillo por enésima vez y lo miro por enésima vez, ese aparato mudo y estúpido que nada sabe y nada dice y siento el impulso de arrojarlo lejos, calculo que tan lejos podría llegar con cada brazo cuando me doy cuenta de la pantomima de un gesto de antaño, ese día cuando yo te besé y él sonó y vos sonreíste y yo lo arrojé y vos fuiste a buscarlo entre los arbustos, que locura y que belleza, como quisiera, pero nunca más los arbustos y nunca más un beso y nunca más la locura y la belleza porque el tacto no olvida y este aparato ya no trae tu voz ni tu calor.

Me pongo de pié o me tambaleo de pié y titubeo un segundo antes de cruzar, ahí viene el 9, el 9 con su cartel rojo que antes no quería ver y ahora menos, el 9 a todo vapor bramando con el ímpetu de cruzar Garay en verde y llegar hasta yo sé dónde, hasta yo sé muy bien dónde, y para qué, pienso, para que tanta prisa y tanta carrera si ya no hay adonde ir, si nadie sabe a dónde va ni por qué ni para qué; si la física es infalible y basta con un solo paso para terminar con esta farsa, con esta gran burrada en la que estamos metidos todos dice Julito, solo un paso, pié derecho adelante, el 9 a toda máquina y la inercia hará el resto; lo veo, lo imagino, lo deseo y lo ensayo una y mil veces desde un sinfín de ángulos y variantes posibles e improbables, pero el pié no se mueve, no, está atado a la tierra, soldado al instinto de conservación y amarrado a la vida por unas ataduras con caras y nombre y apellido que quisiera poder soltar y chau y gracias por todo.

Todo se tiñe de rojo: la calle, mis manos, la ropa, el cielo, el aire, los vidrios y el paragolpes con la sangre roja y roja tu boca y la de ella, no sé quién era ella pero tenía tu boca roja en la suya y solo quise olvidar por el espacio de un beso o tres y volver a respirar, a sentir, a vivir; pero el tacto no olvida y los besos ahogan, los labios son mudos y ya no bailan ninguna música, la sangre se espesa en el alcohol y los ojos que una vez se encontraron hace ya dos años o unos minutos no son los mismos, no se reconocen pero no se olvidan, y soltás mi mano cuando suelto la de ella y lo que veo en sus ojos confundidos son en realidad los míos aquel día, y cuando me dice que no me vaya es mi voz la que lo pide y sólo puedo devolverle tu sonrisa, una sonrisa que viene de muy lejos y me recuerda que el 9 esta delante de mí a un solo paso y demasiado tarde.

viernes, 14 de octubre de 2011

Thus Spoke Zarathustra



“He who fights with monsters might take care lest he thereby become a monster.
And if you gaze for long into the abyss, the abyss gazes also into you.”


- Friedrich Nietzsche


lunes, 10 de octubre de 2011

Taxi Driver


"A la que lo leerá, como siempre
demasiado tarde"

- Julio F. Cortázar, "Las caras de la medalla"

Mi madre se pone de pie y me despide con un abrazo y un llanto renovado. Me retiene un segundo más de la cuenta, como si quisiera espantar algo horrible con la sola fuerza de sus manos. Ricardo espera a unos metros, en silencio, mirando la escena con gesto contemplativo y la cabeza algo ladeada. Paciente, sabe no interrumpir el momento hasta que los brazos que me amarran se resignan y me sueltan. Se ofrece a abrirme la puerta y llegamos a la calle; son unas cuadras hasta Scalabrini Ortiz, vamos que yo te acompaño. Caminamos a paso ligero bajo la amenaza de nubes y dioses enfurecidos que se cierne sobre nosotros. Ninguno habla. Llegamos a la esquina para buscar un taxi y antes de levantar un brazo gira sobre los talones y me dice, me repite, que ya va a pasar, que todo pasa, que ya me regalarán otros libros y conoceré otra música y otras melodías; que no todo es tango y jazz en un sótano con olor a humedad y que la cosa sigue pibe, sigue y se pone buena, y me abraza con menos fuerza que mi madre pero con una fuerza distinta, una fuerza que quiere poner algo adentro y no sacarlo, y yo quiero decirle que la cosa sigue y puede seguir pero que siga sin mí, que yo me quedo acá y en silencio y no digo nada y me subo al taxi.

No sé quien es el taxista: no sé si va a la cancha los domingos ni por que cuadro alienta, no sé donde vive ni qué piensa de la muerte o la política, no sé si tiene hijos o nunca tuvo y quisiera, o si tuvo y nunca quiso, y si le cuesta dormir de noche lo ignoro y si prefiere fugazzeta o muzzarela también.
Y pienso que por eso no lo amo, porque no sé quien es, porque amar es saber que el otro es, que el Otro Es, así, con mayúscula, bien subrayado y ontológico.
El taxi frena de golpe en una esquina y me saca de mis pensamientos para arrojarme al baúl de un Toyota azul que esquivamos de milagro y por centímetros, o de casualidad y por unos frenos a disco, y mientras el taxista saca la cabeza del auto para insultar mejor y mojarse, yo vuelvo a mirar por la ventanilla y veo en la esquina un bar que sería un bar más del montón si no fuera por el cartel que en cuatro letras azules sentencia "Nube". Sonrío y abro la ventanilla para asomar la cara mientras el taxista vuelve a meter la de él y mis lágrimas se confunden con las gotas de lluvia y pienso en Cerati, sos una piedra en el agua seca por dentro, mirá cuando entendí la metáfora.

Me acerco a la mesa por detrás, apurado, torpe como si corriera de algo, o mas bien corriendo de algo, corriendo de cuatro letras azules y haciendo todo lo posible por saludar rápido y sentarme cuanto antes. Ahí está papa, el bueno de papa, papa tótem, papa la tortuga que sostiene al Mundo, papa que es como un juguete, tan bueno y tan fantástico que no puede ser real, sabés que no es real pero es lo mejor que tenés y querés abrazarlo y no cambiarlo por nada.
También está Damián con tres chicas, una dos tres vuelvo a contar y tanta gente saludé yo, sí, somos seis, di cinco besos aunque siento que hace años que no doy ninguno, años no pero ya casi un mes, puta madre un mes ya y sí, somos seis, tres chicas bonitas y normales, tan normales que me asusta pensar que ya casi un mes y todo sigue siendo normal, para mí un Cuba Libre por favor, y qué carajo hago yo acá, como llegué acá, me quiero ir aunque no tengo a dónde ir, muchas gracias pago con cincuenta y ahí se va la moza y acá me quedo yo, solo, y no sé dónde está ella, me quedo solo y con cinco personas más, tres chicas normales y ya casi un mes pero yo solo, y no sé dónde está ella y yo me voy, sigan la puta cosa pero sin mí.

Después el infierno, el infierno rojo con sus paredes de color rojo y el olor a comida, el ruido, las caras desfiguradas en muecas de risa, lo turbio y lo vacuo, el olor a fritura, aceite y azufre, me da asco, tengo náuseas y quiero vomitar, me da asco la comida y pienso que no es la comida, ni el sexo, es la vida, me da asco la vida, rechazo la comida y el sexo porque me da asco la vida y todo aquello de lo que se nutre.

Las chicas se van y sigue lloviendo, adiós y hasta nunca y rápido un taxi, vamos a ese, no paró, quizás el de atrás, este sí, arriba y ya viajamos, que bueno que ya estemos volviendo no sé a dónde pero volviendo; papa tótem me ofrece su casa y yo digo que sí, quiero tomar, quiero olvido líquido, pienso que es cierto que el alcohol es veneno y por eso lo tomamos, porque hay cosas dentro nuestro que queremos matar aunque no sea muy efectivo y esas cosas no mueran. Papa me pregunta qué me pasa y ahí le digo, le cuento todo, le cuento lo que vi y no debería haber visto mientras Damián me escucha sufrir a mi derecha y el taxista relojea por el retrovisor.
Cuando yo termino Damián empieza a hablar y me doy cuenta que en ya casi un mes es otra persona que no conozco, que no conocía, y ya casi un mes la puta madre y cuando terminará todo esto, ahora habla el taxista, sin vueltas, una de dos pibe, una de dos, o se le cruzó otro tipo y fuiste porque esas cosas pasan o te está cobrando una que le hiciste y por eso te pidió un tiempo, porque otra no queda, y me mira por el retrovisor de reojo pasando los semáforos en amarillo, porque si se fue atrás de otro tipo, nada, a vos también te puede pasar y son cosas que pasan, por eso con las minas cuidado, hasta ahí, primero vos segundo vos tercero vos, y allá va otro semáforo en amarillo y parece que me hablara mi viejo y no un taxista, yo estoy casado y tengo hijos y nietos, si se va mi señora me va a doler, no te digo que no, pero más me va a doler si le pasa algo a mi papá o a mi mamá, por eso tranquilo pibe, sabés la cantidad de minas solas que hay, no te das una idea, está lleno de putos y las minas están desesperadas; y de nuevo el que habla es mi viejo y no el taxista que frena justo a tiempo antes de pasarse un rojo furioso. Ahora la otra es que te esté cobrando una que le hiciste, yo no sé si te mandaste una macana, no sé qué hiciste, y yo pienso que no es lo que hice sino más bien lo que no hice, por eso te pide un tiempo pibe para jugarte una carta, una advertencia, eso no me gustó ahora tomá, pero olvidate, si ya fué ya fué y salí de joda que mi hijo tiene 30 y cambia de novia como calzoncillo y está muy bien y ya llegamos.

Papa tira las llaves sobre un mueble y el sillón blanco y espumoso me recibe una vez más, espumoso como las nubes, ay las nubes, blanco como el pantalón que te regalé y nunca usaste, espumoso como el olvido líquido en botella verde de un litro que trae papa muy solícito, espumoso como las olas de mar y que imagen trillada y trillada una palabra muy tuya, y por eso estás en la playa con tus curvas y ese pantalón de nuevo y tus curvas de nuevo, y empezamos a tomar o empiezo yo solo y hablamos, hablamos mucho y me río no sé de qué porque ese pantalón sigue dibujando un camino que mis manos y mi boca no quieren olvidar y no saben cómo repetir, y allá vas y venís y caminás y te paseás y jugás adelante mis ojos que hace ya casi un mes que no te ven pero no lo saben, y yo quiero tocarte pero no puedo, algo se rompe y me decis que no, sólo no, estiro la mano para alcanzarte pero mis dedos no te tocan, rozan tu mano que se aleja mientras yo me estiro y grito y no entiendo por qué no te acercás aunque me mirás llena de tristeza, yo grito pero vos sólo repetís no y no y me duele el pecho y te estás yendo y estás gris y fría y pienso que esta es la muerte, que tiene que ser la muerte porque ya no hay más dolor y ya no te veo a vos sino al vaso entre mis manos, a papa en un sillón y la ventana cargada de nubes que ya no son blancas y espumosas sino grises y frías y adiós.