viernes, 27 de agosto de 2010

Politik

Quiero aprovechar el conflicto de Papel Prensa para dejar en claro mi postura al respecto y, por qué no, tratar de explicar de manera más sopesada y elaborada mi cosmovisión de la faena política actual argentina. Dado que me voy a explayar sobre algunos temas, quizás extienda el texto más de la cuenta y esto se transforme en una perorata ilegible. Beneficios de la palabra escrita de los cuales pienso tomar el máximo provecho en nombre de una (pretendida) claridad expositiva.

Una vez mi padre me dijo: "cada uno compra el diario que escribe lo que quiere leer". Frase imbuída de sabiduría si las hay, me has legado, padre. Por eso, el autor de este blog, es plenamente consciente de que los medios que frecuenta para in-formarse no son del todo inocentes sino que están en sintonía con la ideología en la que se siente represantado. La lista de estas publicaciones periódicas mencionables con estas características se reduce a dos (2).

En primer lugar, el fugaz y difunto Crítica de la Argentina, que llevaba en la tapa a modo de slogan una frase muy cara a todos los que estudiamos filosofía; aquella con que Platón nos cuenta en su Apología que Sócrates recusa a los jueces que lo acusan de impiedad y ateísmo. Y cito: "Los dioses me envían entre uds. como el tábano que aguijonea al caballo". No cabe decir nada más, pues sería apócrifo.
El otro, Página/12, es un diario de redacción impecable donde desfilan un buen cúmulo de intelectuales que respeto y admiro: Eduardo Aliverti, Adrián Paenza, Osvaldo Bayer, Eduardo Galeano y José Pablo Feinmann, por sólo nombrar algunos. Vale decir que este último acaba de terminar un compendio de 150 fascículos sobre la filosofía política del Peronismo que está para caerse de culo y cuyo acceso es libre y gratuito. Si de disfrutar de la lectura de esta bibliografía se deduce que yo soy peronista, estamos en serios problemas.
De esto se sigue, como algunos ya sospecharán, que al gordo Lanata lo banco. Lo banco porque respeto su praxis del periodismo, su postura -digamos- progresista y su desparpajo a la hora de decir lo que hay que decir. Lo banco desde el día que lo vi festejar a bombos y platillos con corneta y bonete la detención y encarcelamiento de Domingo Cavallo. Es un soberbio hedonista, sí, pero sería injusto no reconocer que los únicos dos diarios que leo, Crítica y Página, los fundó él.

Creo, sin embargo, que esta vez Lanata se equivoca. No tanto por la forma que tiene de posicionarse frente a un conflicto, situándose junto al más débil (filosofía que comparto profundamente), sino a la hora de juzgar quien encarna dicho rol en la pelea Gobierno - Clarín.
Para muestra, sobra botón. O en este caso, un costurero entero: el Grupo Clarín controla 250 licencias cuando tiene un máximo establecido de 25. Es dueño, parcial, total o mayoritario un servicio de cable y de varios canales (es decir, del contenido y del soporte en el que se brinda el contenido), de más de un diario, de más de un radio y de un proveedor de Internet. Proveedor al cual, por otra parte, quien suscribe quedó adherido sin haberlo elegido nunca. Me explico: cuando Multicanal se fusionó con Cablevisión, yo pasé de tener Flash (la banda ancha de Multicanal) a tener Fibertel, sin comerla ni beberla, y con el consiguiente cambio de plan y aumento en el monto facturado. Nota mental: la tengo adentro.

Pero ya no más. Ahora que el Gobierno ha emprendido una ofensiva contra el Multimedio, éste empieza a tambalearse y echa mano a sus recursos y aliados clásicos, entre los que se cuenta una coalición de peronistas de derecha que se reúnen en secreto en la casa del CEO del conglomerado, vaya Lucifer a saber con qué fin. Miedo, asco, risa, estupor, todo junto y a la vez.

Quiero deterneme aquí para hacer una aclaración pertinente: no soy kirchnerista. Ni siquiera soy peronista. Yo no la voté y no pienso hacerlo en el 2011, a ninguno de los concubinos. Pero entiendo que este Gobierno ha emprendido, de mejor o peor manera, luchas y/o reivindicaciones que son benefiosas para la sociedad en su conjunto. ¿Que país que se precie de democrático puede obviar una discusión sobre el control y la injerencia de los medios masivos de comunicación en la vida política? ¿Alguien puede negar en su sano juicio que los oligopolios mediáticos defienden y representan intereses egoístas y muchas veces transnacionales que nada tienen que ver con la construcción del Estado, sino mas bien con su destrucción?
Vamos, muchachos, que Foucault ya lo dijo hace mucho en aquel aforismo tan bonito como lapidario: "el Poder de la Verdad y la Verdad del Poder".

Creo que es un momento excelente para quienes no tomamos partido por ningún bando y simpatizamos con el más débil. Sólo que en este caso, el más débil es el Gobierno. ¿Por qué? Porque caduca en 2011 (atención: ni antes, ni después) mientras que Clarín seguirá allí, haciendo lo que sabe hacer mejor -mentir- y defendiendo los intereses -espúreos- que mejor le sientan. Si tenemos suerte, para 2011 Clarín será un diario más entre tantos otros con un deteriminado corte y perfil ideológico y los Kirchner serán sólo otra pareja de ex-presidentes que robó bastante y a veces con poco disimulo (osea, típicos ex-presidentes, con la excepción del siempre prístino linaje Radical). Y si a algún avezado se le ocurre agitar el fantasma del fraude electoral, recuerde por favor que las épocas en las que estas nefastas prácticas eran frecuentes distan mucho en el tiempo y se remontan al primer centenario de la República. No es de extrañar que pululen aún nostálgicos de aquel tiempo, pues se trata de gente que, al igual que hace un siglo, controla enormes extensiones de tierra y es muy aficionada al trabajo, mayormente y en lo posible, ajeno.

Dicho esto, espero haber dejado en claro mi postura relativa a la coyuntura política y no tener que volver a mencionarla en mucho tiempo. Si mi deseo se refiere al enfado que me produce repetirme sobre ciertos temas o a la política en sí misma, queda a entera consideración del señor lector.

Muchas gracias.

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